Fumar, el verbo que disfraza la nicotina
La clásica combustión del tabaco traslada al interior del cuerpo humano, desde la boca hasta los pulmones, pasando por las vías respiratorias altas y bajas, unos 70 carcinógenos, muchos del tipo 1, como alquitrán, amoniaco, benceno o arsénico.
“Pero la verdadera trampa es la nicotina“, subraya el Dr. Ángel Esteve Fernández Muñoz, responsable de la Unidad de Control del Tabaco del Instituto Catalán de Oncología, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad de Barcelona y jefe del Grupo de Control Tabáquico del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL).
El hábito tabáquico es el primer factor de riesgo en la salud de la población mundial, que suma más de 7.000 millones de personas: alrededor de 1.100 millones de hombres y mujeres fuman a diario y otros 1.000 millones están expuest@s al tabaquismo pasivo o de segunda mano.
Fumar está detrás de más de 200 enfermedades, según el Centro Internacional de investigaciones sobre el Cáncer (IARC) de Lyon (Francia), organismo intergubernamenal que forma parte de la OMS.
Otras cien enfermedades, al menos, las desarrollan las personas que sufren el tabaquismo pasivo.
El monóxido de carbono (CO) es el agente principal de numerosas enfermedades cardiovasculares, como el infarto agudo de miocardio o el infarto cerebrovascular, el ictus.
El alquitrán y las nitrosaminas multiplican los tumores malignos (30% del total), básicamente cáncer de pulmón, cáncer de cabeza y cuello o cáncer colorrectal.
Fumar causa aproximadamente el 90 % de los casos de enfermedad pulmonar obstructiva crónica, EPOC (299.398.153 en el mundo y 2.809.340 en España); es un factor agravante del asma y en pacientes fumadores aumenta el riesgo de neumonía, tuberculosis o gripe.
La EPOC es la cuarta causa de muerte no accidental en España; fallecen alrededor de 28.766 personas cada año (17.333 hombres y 11.433 mujeres).
Fumar lleva a los hombres hacia una deriva en las relaciones de pareja, ya que es un detonante de la disfunción eréctil.
Y entre otras muchas patologías, interviene en el reflujo gastroesofágico, diabetes, degeneración de los ojos, especialmente en la retina, destrucción del sistema de masticación, hemorroides, osteoporosis, insomnio o favorece las arrugas en la piel.
El Dr. Esteve Fernández es licenciado en Medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) desde 1990, y fue investigador predoctoral en la Unidad de Investigación en Epidemiología Clínica y Molecular del Cáncer (IMIM).
Máster en Salud Pública y Doctor por la UAB, realizó una estancia posdoctoral en el Laboratorio de Epidemiología General del Instituto «Mario Negri» de Milán (Italia).
Desde entonces, ha publicado más de 450 artículos en revistas científicas, revisadas por pares. Su índice H es 44 y ha recibido más de 7.800 citas. Además, ha escrito 40 capítulos de libro y editado cuatro libros relacionados con la Salud Pública.
También fue presidente de la Sociedad Española de Epidemiología en el bienio 2015-2016.
Su trabajo ha estado focalizado tanto en la epidemiología del cáncer, sobre el tabaco y otros factores de riesgo, como en el análisis de las tendencias de incidencia y mortalidad del cáncer.
En la actualidad, sitúa su investigación en el área del control del tabaquismo. Tanto es así que es director del centro colaborador de la Organización Mundial de la Salud por el Control del Tabaco.
Doctor Esteve Fernández, nos vamos a centrar en una palabra maldita para la inmensa mayoría de los médicos, las médicas y sus pacientes: FUMAR… ¿Cómo define este verbo?
“Fumar es un acto que todo el mundo conoce perfectamente. Quizás, dentro de 25 años sea una palabra desconocida para algunas personas. Si esto llega a suceder querrá decir que hemos hecho muy bien las cosas como sociedad.
Fumar consiste en quemar tabaco, de alguna manera, para inhalar el humo generado; un gas que contiene partículas en suspensión y alrededor de 2.000 sustancias. La más importante es la nicotina, alcaloide concentrado en las hojas de la planta del tabaco.
Esta hoja, manufacturada, se puede fumar de diferentes maneras: en cigarrillos liados o elaborados, en puro, pipa tradicional, mediante shishas (las famosas pipas de agua) o calentando el tabaco con un dispositivo electrónico.
Igualmente, la nicotina penetra en nuestro cuerpo a través de otros artefactos o sistemas que sustituyen la imagen del cigarrillo tradicional por una apariencia estética menos agresiva para el fumador.
En todos los casos se compromete la salud a corto, medio y largo plazo; siendo cierto que de una manera más o menos grave según el contenido y el formato de la inhalación de las sustancias, 600 de ellas tóxicas para el ser humano.

¿Qué ingredientes tiene el tabaco para que sea tan difícil abandonar el cigarrillo?
La nicotina, siempre que el producto inhalado la contenga, será el vector de la adicción: produce efectos psicoactivos a nivel del sistema nervioso central, provocando una sensación placentera, aumentando la atención, la concentración y rebajando el nivel de estrés general, relajando así al fumador o fumadora.
Es conocido que muchos escritores no pueden escribir si no fuman, por lo que se generan efectos positivo, pero, desgraciadamente, adictivos y enfermizos para nuestro organismo.
Nuestro organismo necesitará y demandará obtener, de una u otra manera, niveles de nicotina en circulación para poder satisfacer la necesidad desestresante o de tranquilidad.
Contiene otros ingredientes que ayudan a que el tabaco sea menos malo, en el sentido de meterse el humo en los pulmones.
Por ejemplo, la primera calada siempre provocará tos; y por eso, el tabaco, para evitar esta realidad, se elabora con productos añadidos para que el humo sea más dulce.
Doctor, las consecuencias de fumar están detrás de múltiples enfermedades, especialmente cáncer en cualquier parte del cuerpo, patologías cardiovasculares y respiratorias, como la EPOC.
¿Por qué somos tan contradictorios con nuestra propia salud?
La culpa también la tiene la nicotina, que es la trampa del tabaco. Reitero, la nicotina nos hace adictos a nivel del sistema nervioso central.
Tenemos receptores colinérgicos de nicotina desde que nacemos: se liberan neurotransmisores, como la dopamina, que condiciona la conducta motora, la emotividad y la afectividad.
Estos receptores específicos para la nicotina se potencian con la presencia de la nicotina inhalada, lo que genera una mayor adicción, al igual que sucede con otras drogas, como la heroína o la cocaína.
El organismo expuesto a la nicotina no necesita nicotina de una forma continua, sino incrementar la dosis de nicotina para experimentar el mismo efecto placentero o para no experimentar los efectos no placenteros, lo que llamamos síndrome de abstinencia.
No es un juego, sino una trampa de enfermedad, cuando no mortal.
No es natural quemar tabaco e inhalarlo hasta el fondo de nuestros pulmones y exhalarlo por la boca y por la nariz. Nuestros pulmones están diseñados para respirar aire puro, sin contaminantes; todo lo contrario que el tabaco.
¿Este veneno tabáquico, la nicotina, es el único culpable de que un alto porcentaje de personas diagnosticadas de cáncer de pulmón o de EPOC continúen fumando, incluso estando medicadas?
Sí, así es. Pero resulta mucho más paradógico, si cabe, cuando los fumadores o fumadoras son conscientes de que su hábito tabáquico les está causando una enfermedad muy grave, como pueda ser un cáncer o una epoc, con los pulmones convertidos en una enorme cicatriz.
La nicotina maneja tan decididamente los hilos psicológicos de la adicción, con tanta potencia, que muchas personas no pueden evitar seguir fumando, algo que también sucede en pacientes que han sufrido un infarto agudo de miocardio.
Recalco, no pueden desengancharse del tabaco por la fuerte adicción que tienen a la nicotina, aún siendo son muy conscientes de su problema de salud presente y futuro. Realmente, necesitan ayuda para dejar de fumar.

Los estudios de epidemiología de la EPOC, como EPISCAN II, dejan muy claro que las mujeres en España fuman mucho más ahora que hace diez años, sobre todo las chicas jóvenes.
Para más inri, l@s adolescentes se inician en el hábito tabáquico a una edad media de 13,9 años… ¿Fumar está ganando la batalla a la salud?
No lo creo. Fumar está perdiendo la batalla porque globalmente las cifras son positivas: fumamos menos ahora que hace 10, 20 y no digamos 50 años; pero es verdad, las cifras también hay que analizarlas según el género.
Aunque la proporción de fumadoras haya disminuido en los últimos 15 ó 20 años en España, es cierto que las cifras han aumentado en un segmento de esta población de entre 15 y 24 años, incluso hasta los 34 años.
Por lo tanto, es una batalla que no está ganada a pesar de haber tenido buenos episodios pasados y presentes para la salud pública. Pero es evidente que todavía tenemos mucho que hacer para ganarnos el futuro.
El foco de la conjugación debemos ponerlo en los adolescentes y en los jóvenes, tanto hombres como mujeres, aprendiendo de las experiencias del pretérito.
Podemos revisar el caso de los años 70, cuando las mujeres empezaron a fumar masivamente. Entonces, inhalar y exhalar humo significaba libertad, autonomía e igualitarismo con el sexo masculino…
¡Falsos conceptos de igualdad que nos vendieron las empresas tabaqueras!… Y que las mujeres y los hombres nos creímos a pie juntillas embobados por las películas de cine y, sobre todo, por la publicidad en los medios de comunicación de masas.
No hicieron pensar que las mujeres fumadoras eran más atractivas y más liberales porque tenían mayor criterio para decidir. Nos han vendido cosas rarísimas de las que ahora somos completamente conscientes.
De ahí que ahora debamos estar muy atentos a otros tipos de publicidad encubierta en redes sociales como TikTok, Instagram o ante la que pueda colar cualquier “influencer“, que agravan la lucha contra el tabaquismo.
Tenemos que seguir apretando para que los fumadores y fumadoras sean conscientes del mal de la nicotina a la vez que debemos ayudarles a dejar el consumo de tabaco.

Una última pregunta, doctor, ¿qué medidas inaplazables se deben adoptar desde las instituciones políticas y sanitarias para revertir esta situación patológica?
Desde la Salud Pública tenemos muy claro que la principal medida para disminuir el consumo de tabaco sería el incremento decidido de los precios.
Sabemos que hay una relación directa entre el precio y el consumo, en el sentido de que a un aumento del precio del tabaco, cuanto más caro sea, menos tabaco se consumirá.
Lo acreditan diferentes estudios elaborados en países de todo el mundo desde hace más de 30 años; incluso con datos obtenidos en España, donde a día de hoy el precio del tabaco está situado en la media de la Unión Europea.
Debemos fijarnos en países como Francia. Si cruzas los Pirineos hacia el norte la cajetilla de cigarrilos cuesta alrededor de 9 €, mientras que al sur de esa frontera natural ronda los cinco… y el Gobierno galo ya ha comunicado que piensa aumentar el precio.
Pero tenemos que proponer más medidas eficaces antitabaco.
Estamos a las puertas de una reforma de la Ley del tabaco, con la que se acabarían los últimos reductos de la normalización de su consumo. Debemos desnomalizar totalmente este hábito enfermizo.
Todavía, se puede fumar en muchos espacios públicos en los que debería de estar prohibido, ya que afecta a los no fumadores: se contamina el aire, la naturaleza, los objetos y se favorece la visibilización del tabaco, más aún ante la vista de los más frágiles y exfumadores.
Hay que pisar el acelerador contra la publicidad encubierta, ahora enfocada en las redes sociales, granero de ansiedad adolescente y juvenil.
Debemos limitar al máximo posible el acceso al tabaco.
Si eres mayor de edad es demasiado fácil comprar tabaco en un estanco, tiendas varias o en una máquina expendedora. Tienes autorización sin límites.
Por ejemplo, no es necesario que todas las gasolineras del país dispongan de máquinas automáticas para vender tabaco, ya que aumenta la disponibilidad. Sabemos que si la disponibilidad disminuye el consumo disminuye.
En consecuencia, se trata de establecer una combinación de estrategias, a lo que debemos sumar una fuerte inversión en prevención frente al tabaquismo, especialmente en el entorno educativo y laboral.
Es una tendencia pensar que las campañas mediáticas antitabaco no funcionan porque la población ya conoce los efectos nocivos de fumar, pero no es así. Conviene ser constantes y adaptarnos al espacio-tiempo de cada etapa social.
Reitero, la estrategia se basa en una conjunción de medidas, empezando por la que es fundamental: elevar sustancialmente el precio del tabaco.
¿Y todas estas medidas de prevención se tienen que aplicar a los nuevos sistemas para fumar, como el cigarrillo electrónico o el tabaco calentado?
Sin duda alguna. Estas nuevas formas de consumo de tabaco, que han querido etiquetar de productos emergentes con menor riesgo para la salud, son peligros para nuestro organismo.
Son artilugios complicados, que pueden entorpecer el control del tabaquismo, ya que la inhalación de sustancias químicas en gas o en líquido que se introducen en el cuerpo contienen cancerígenos, al igual que el tabaco tradicional, pero en una menor proporción.
El consumidor activo y pasivo seguirá expuesto a los tóxicos.
El aerosol del cigarrillo electrónico, contenga o no nicotina, sí incluye metales pesados, a diferencia del tabaco, y otros productos químicos, como las nitrosaminas, una oxidación de la nicotina que son cancerígenos de tipo 1, según catalogación de la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer.
Además, estos cigarrillos electrónicos son otra puerta de entrada a la adicción al consumo tabáquico, más aún en l@s adolescentes.
También sabemos que entre un 50 % y un 65 % de los usuarios de cigarrillos electrónicos, que antes eran usuarios de tabaco, son, a la vez, fumadores de tabaco combustionado, aumentando así el número de tóxicos.
En algunos casos ayudan a dejar de fumar, cierto, pero este tipo de cigarrilos se están utilizando de forma incontrolada.
La única opción saludable, como objetivo final irrenunciable, es dejar de fumar a la mayor brevedad posible”.
“Que se atrevan a NO fumar, una decisión maravillosa que puede ser la más importante de su vida. De hecho, no sólo les salvará la vida, sino que les evitará sufrir enfermedades y un deterioro orgánico sistemático y asegurado.
No deben tener miedo a fracasar, porque si fracasan realmente no será un fracaso. Sólo habrá sido un intento fallido; pero al menos habrán dejado de fumar 24, 48 horas ó 7 días; y eso les demostrará que pueden dejar de fumar.
Tienen que volver a plantearse dejar de fumar una y otra vez hasta que obtengan el éxito deseado; porque, realmente, ¡SÍ SE PUEDE DEJAR DE FUMAR!
Y si fuera necesario, que se pongan en manos de un profesional cualificado, quien les ayudará con todas las medidas sanitarias disponibles a su alcance.
Doctor Ángel Esteve Fernández Muñoz, siempre dispuesto a divulgar cualquier concepto relacionado con la prevención y el control del tabaquismo a nivel mundial: “La nicotina no reconoce fronteras“
A la vez, coordina el Proyecto PIECES, financiado por el Programa Horizon Europe, que se realiza en once países de la UE y en Australia con la participación de14 equipos de investigación.
“Intentamos mejorar la adaptación, transferibilidad e implementación de intervenciones para la prevención primaria del cáncer”, informa.
Asimismo, está embarcado en el proyecto “Hogares sin Humo” cuyo fin es empoderar a las familias con hij@s menores para conseguir que el humo ambiental que genera el hábito de fumar no perjudique la salud de l@s convivientes familiares.
El Dr. Esteve Fernández, junto al Dr. Joan Soriano Ortiz, moderó la mesa de debate “Compromiso Social y Sostenibilidad Ambiental” del programa científico “Visionarios, Innovación y Futuro en Enfermedades Respiratorias”; un encuentro profesional que se desarrolló el pasado 6 de octubre de 2023 en el salón de actos del Hospital Universitario de La Princesa de Madrid.