La gran mayoría de las personas con síndrome de Down acaban desarrollando alzhéimer, motivo no solo para beneficiarse de las nuevas terapias preventivas probadas en la población general, sino también para contribuir al progreso participando en ensayos clínicos. Un beneficio de retorno, un círculo virtuoso, como describió el neurólogo Juan Fortea en el Día Mundial del Síndrome de Down.
El neurólogo Juan Fortea, director de la Unidad de Alzheimer-Down del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona. Foto cortesía del hospital.
El especialista, director de la Unidad de Alzheimer-Down Creado en 2012 en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona en colaboración con la Fundación Catalana del Síndrome de Down, destaca en una entrevista con EFEsalud que se abre una nueva era contra el alzhéimer con el desarrollo de fármacos que actúan por fases de forma temprana y tratar de frenar esta enfermedad aún invencible.
Y es en este momento que los expertos en síndrome de Down están discutiendo con las agencias reguladoras de medicamentos el “acceso igualitario” al tratamiento del Alzheimer y en condiciones seguras para este colectivo.
Alzheimer, similar en el síndrome de Down y en la población general
Investigadores de la Unidad de Síndrome de Down del Hospital de San Pau, en colaboración con la Universidad de Cambridge (Reino Unido), y fruto del proyecto de investigación DABNI, describen por primera vez la historia natural de la enfermedad de Alzheimer en personas con Down síndrome, un estudio que se publicó en la revista “The Lancet” en 2020.
Esta enfermedad neurodegenerativa se desarrolla de forma similar en la población general y en las personas con síndrome de Down.
El aumento de la esperanza de vida en el síndrome de Down, conseguido en el último medio siglo y que ahora se sitúa en una media de 60 años, conlleva un riesgo muy elevado de desarrollar alzhéimer.
Esto se debe a que en el cromosoma 21, que las personas con síndrome de Down tienen triplicado, se encuentra el gen de la proteína precursora amiloide, cuya acumulación impide una correcta conexión entre las neuronas y la consecuente degeneración.
El Alzheimer se convierte así en el principal problema médico de los afectados por esta alteración cromosómica y se estima que es la causa del 70% de las muertes en este colectivo.
En el estudio publicado en 2020 “pudimos decir cuáles fueron los cambios que ocurren en el cerebro 20 años antes de que se desarrolle la enfermedad”, antes de que aparezcan los síntomas, como la pérdida de memoria, señala el Dr. Juan Fortea.
Así, en las personas con síndrome de Down, la fase preclínica de la enfermedad comienza alrededor de los 30 años y se prolonga durante dos décadas hasta la aparición de la demencia a los 50 años. El riesgo acumulado de padecer Alzheimer a los 60 años es superior al 90%.
La importancia de conocer esta fase preclínica de la enfermedad, antes de que aparezcan los síntomas, sirve de modelo para los avances en las terapias que intentan frenar el Alzheimer.

anticuerpo monoclonal contra amiloide
Es el caso del anticuerpo monoclonal Lecanemab que actúa contra el amiloide y que en la población general con enfermedad temprana con síntomas se ha demostrado que ralentiza un 27% la enfermedad, explica el Dr. Fortea, “un avance muy significativo”, aunque más debe lograrse.
Este fármaco ha recibido la aprobación acelerada de la agencia reguladora de fármacos de EE. UU., la FDA, y se espera que en breve otorgue la autorización completa. También está pendiente el pronunciamiento de este año de la Agencia Europea del Medicamento (EMA).
Los ensayos clínicos de este fármaco se han dirigido a la población general y no han incluido a personas con síndrome de Down.
Ahora, varios expertos internacionales están discutiendo con las agencias reguladoras cómo hacer llegar este medicamento a este grupo.
“No está claro que tenga que haber un ensayo clínico, estamos en un escenario complejo” ya que, por un lado, es positivo que el colectivo con síndrome de Down se beneficie de lo que se ha probado en población general, pero por otro al mismo tiempo es conveniente contar con datos de seguridad en este grupo más vulnerable, lo que retrasaría la llegada de estos prometedores fármacos.
Una preocupación son los posibles efectos secundarios en las personas con síndrome de Down, especialmente la angiopatía amiloide, cuando la proteína amiloide se acumula en las paredes de los vasos sanguíneos del cerebro.
“Todos los avances que se han hecho en la población general habrá que trasladarlos, lo más rápido posible, a las personas con síndrome de Down porque se están muriendo de esta enfermedad. Cuanto más participen en ensayos clínicos, más datos tendremos para los tratamientos”, propone el neurólogo.
Y en especial por la nueva forma de tratamientos preventivos y retardadores de la enfermedad de Alzheimer.
Dado que es más fácil detectar antes el alzhéimer en personas con síndrome de Down, “se convierten en un gran modelo” para realizar estudios de terapias preventivas que vayan un paso más allá y actúen en fase preclínica, antes de la llegada de los síntomas.
“Es un ida y vuelta, es un círculo virtuoso” en el que los avances probados en la población general benefician a las personas con síndrome de Down y que este colectivo aporta conocimientos útiles para el conjunto de la sociedad en la lucha contra el alzhéimer, concluye el neurólogo en el Hospital de Sant Pau.